Moog y VSTi

El año 2006 será el primer año que se inicie sin que esté entre nosotros Robert Moog. Moog no son las siglas de ninguna expresión de moda, cualquier aficionado a la música electrónica sabe muy bien que es el apellido del padre de los sintetizadores y aunque pasó a mejor vida en agosto del 2005, creo que es un buen momento para rendirle homenaje y ver como ha quedado el campo tecnológico y artístico que inició. Hay un antes y un después en el mundo y su cultura desde que Moog vendiera su primer sintetizador, como habrá un antes y un después desde el momento de que este genio nos dejara. Algo como los sintetizadores no se inventan de un día para otro, ocurre como cuando al glosar la historia de la aviación se reconocen todos los pasos y pioneros que culminaron con el primer vuelo de los hermanos Wright. Tras varios intentos y diversos proyectos del propio Sr. Moog, además de los de otros pioneros, se reconoce que el primer sintetizador "oficial" es el que compró Walter Carlos y con el que lanzaría "Switched on Bach", el primer álbum grabado íntegramente con sonido creado con sintetizadores durante el año 1969 que ganaría varios premios. Los primeros sintetizadores se desarrollaron a lo largo de los años 70, y como todos los aparatos de los años 70 que en aquella época parecían tan rompedoramente innovadores, hoy no pasarían de ser simples kits de revista de electrónica para aficionados (si es que aún queda alguna). Los sintetizadores de los años 70 estaban construidos pura y simplemente de transistores, condensadores, filtros eléctricos y este tipo de zarandajas, y por lo tanto se hacían a mano, eran tremendamente inestables, en invierno servían de calefacción central, no tenían memorias, no se conectaban entre ellos (¿para qué?), ni tenían muchas cosas que hoy parecerían imprescindibles. Un iPod tiene mucha más tecnología y ciencia condensada en su pequeño, aséptico tamaño. La música de los Tangerine Dream, Kraftwerk, Tomita, Emerson, Lake & Palmer o Jean Michel Jarre, se desarrolló en estos años 70 producida con estos mastodontes intratables, produciendo posiblemente las páginas más gloriosas de lo que entonces se denominaba "Música Electrónica", una vertiente musical entre el pop, la música experimental y la clásica que provocaba respeto y admiración. Pero aquella tecnología ha evolucionado mucho y ha puesto en nuestras manos los sintetizadores VSTi (que sí son unas siglas), sofisticados códigos informáticos que simulan en nuestros ordenadores estructuras de generación de sonidos tan imponentes que hasta el más sencillo harían palidecer hasta al más sofisticado de los sintetizadores de los pioneros. Hoy ya no se discute su supremacía, pero durante su eclosión al principio de la década del 2000, eran muy acaloradas las discusiones sobre si los VSTi nunca conseguirían desplazar a los clásicos sintetizadores electrónicos "de los de verdad". Siempre ha habido mucho fetichismo sobre estos aparatos repletos de botones, potenciómetros, cables y pantallas, y muchos músicos electrónicos de pro exhibían las fotos de sus estudios, verdaderos templos iniciáticos dedicados a dioses del silicio. Desde luego impresionaban mucho más que un iPod. Hoy esos templos son mausoleos, cuando uno de aquellos gloriosos aparatos se estropea ya casi se le puede considerar muerto, es casi imposible repararlo sin un coste astronómico, si es que encontramos dónde hacerlo. En los últimos años muchos jóvenes desarrolladores han programado sus propios sintetizadores VSTi, ofreciéndolos gratis para promocionarse en esta Internet en la que el software circula libremente. Muchos de estos VSTi gratuitos son muy interesantes y útiles, cuanto menos los serán los que son comerciales, y la facilidad de crear música en un simple ordenador portátil ha abierto las puertas a muchos músicos. Hoy la expresión "música electrónica" no causa respeto ni tiene prestigio, sino que se relaciona más con un estilo de crear música para discotecas que se "consume" junto a pastillas y alcohol. Todo este afán de usar las nuevas tecnologías musicales topa con la cultura comercial que cae en un pozo sin fondo por culpa de la piratería, dotada de los mismos medios con los que se crean los contenidos culturales. Justo cuando Robert Moog nos deja nos encontrábamos en un año que ha sido punto de inflexión en ese laberinto sin salida en el que está la distribución comercial de la música. Cuando Moog lanzaba sus aparatos en los años 70 muy pocos creaban música y era posible conocerlos prácticamente a todos. Hoy hay tal ingente cantidad de creadores que es imposible conocerlos cabalmente a todos. No es que esto sea malo pues es una indicación de una gran explosión cultural. Pero la música se ha convertido en algo que nadie se detiene a escuchar, sino que es el fondo con el que desplazamos en el metro, o con el que desarrollamos muchas horas de trabajo o estudio. Robert Moog, era un genio, un pionero, creaba cosas que generaban prestigio, era innovador y un inconformista, usó los medios de su época para expresarse. Nosotros hoy en día tenemos los nuestros. De nosotros depende ser capaces de innovar, o por lo menos de crear algo digno de ser reconocido o tomado en respeto. En el caso de los músicos esto no depende de si los sintetizadores son Moog o VSTi. Este es al antes y el después en el que nos encontramos después del 2005.