¿Hasta cuándo añadirán opciones al software?

Hace poco oía a mi espalda en la tienda de una gran cadena dedicada a la venta de cultura y tecnología (sí, son dos cosas que ahora se venden juntas y de la mano) a una señora de cierta edad que quería comprar un procesador de textos. El vendedor solícitamente le ofrecía la suite de ofimática de un macrofabricante de software conocido por todos. El precio era elevado y al enterarse la señora todo lo que traía el paquete se reafirmó en que solo necesitaba el procesador de textos. No era posible, la suite en cuestión lo trae todo y se adquiere todo junto.

Es muy posible que la señora no sepa que en Internet podrá encontrar varios procesadores de textos "sueltos", es más, toda una suite ofimática completa y del más alto nivel completamente gratuita. Lo irónico de la situación es que en cualquier caso no podía acceder a tener el famoso procesador "Palabra" de esa macroempresa del software sin adquirir todo el paquete de opciones de la suite. Todos los que usamos el famoso "Palabra" somos conscientes de que aún y así usamos un 30% de sus opciones.

La industria del software actual se ha visto volcada en una evolución contínua hacia la conquista de nuevos mercados, de nuevas soluciones, de nuevas tecnologías. Esta industria es muy variada y tiene contendientes a muy variados niveles que ofrecen una gran diversidad de soluciones. Pero todo tiene su historia, fruto de su evolución y parece que estamos llegando a cierto momento de estancamiento.

El estancamiento se produce por el simple hecho de que si sólo estamos usando ese 30% de las opciones del software al caso, ¿porqué vamos a adquirir una versión nueva?, ¿para pasar a usar solo un 20% de todas sus funciones, incluidas las nuevas? Se supondría que estas nuevas opciones han sido colocadas para satisfacer nuevas necesidades que los usuarios tienen y la empresa productora del software ha detectado e incluido, pero no siempre es así. Es más, puede que ahora mismo esto ya no sea así casi nunca: todo el mundo se pregunta que tiene de nuevo la última versión de un sistema operativo muy popular sacado al mercado a bombo y platillo (a parte de un interface más espectacular, que es lo único que la gente es capaz de distinguir como nuevo).

Esta hipertrofia del software ocurre a todos los niveles y en todos los gigantes del software, grandes bases de datos que de tan momumentales ya no se alcanza a ver la cima, o desarrolladores de software gráfico que lo único que hacen es reempaquetar sus programas de diseño, retoque fotográfico y creación de webs en mil maneras distintas en las que es imposible distinguir lo nuevo fuera del diseño de las cajas (que por otro lado, para qué tanto empeño en el packaging si luego podemos comprarlo y descargarlo de forma online).

Está claro que el software ha dejado de ser una ventaja, es un bien socialmente necesario según la Unión Europea, y sus opciones forman parte de nuestros intangibles, lo tiene todo el mundo y todo el mundo piensa ya en función de sus opciones. El software ya es un bien social, incluso un bien personal, ya no es algo que se compra para tenerlo yo y no el de al lado; empresarialmente ya no ofrece ninguna ventaja, personalmente ya no ofrece ninguna recompensa. El software es algo que es "nuestro" desde dentro nuestro, que forma parte de nosotros.

A los automóviles también los identifiamos como parte de nosotros mismo, solo hay que ver que las campañas de televisión no hablan de sus características técnicas o mecánicas, sino de las sensaciones que sentimos sobre nosotros mismos cuando forman parte de nuestro diario vivir. Con el software empieza a suceder lo mismo, con la diferencia de que al ser un intangible no hay que comprarlos. Gracias a miles y miles de personas que desde hace dos décadas desarrollan software libre hoy la librería es tan amplia que puede empezar a cubrir todas esas necesidades. Ahora que se ha convertido en algo personal habrá que ver cómo hacemos de ello algo social y cultural. No se trata de que opciones nuevas tiene el software, sino de cómo lo usamos, de cómo lo vivimos.